La timidez es un sentimiento de incomodidad que algunas personas pueden experimentar al enfrentarse a escenarios sociales. El nerviosismo, la inseguridad o el miedo es lo que suele rodear a las personas tímidas cuando están con otros y/o tienen que interactuar o participar en situaciones sociales.
Es un rasgo de la personalidad, pero no un «problema» como tal; no hay nada «malo» en ser tímido, sólo hay que evitar que te paralice y no te permita desarrollarte. Cuando esto ocurre, puede derivar en ansiedad social y esto puede llevar al sufrimiento, por lo que es importante buscar ayuda de un profesional en estos casos, afirma la psicóloga Valeria Sabater.
El miedo al rechazo o al ridículo es una constante que puede nublar la mente de la persona tímida, por lo que lo importante es aprender a medir cada situación, a gestionar las emociones y a poner límites, con una crítica autoconsciente, pero nunca dañina, señala la especialista.
Hay que aprender a estar a gusto con uno mismo, a aceptarse y quererse, a asumir riesgos, retos y a levantarse de las caídas. El tímido no debe cambiar y convertirse en un extrovertido, sino afrontar la inseguridad que siente y alejarse de ese sentimiento de vergüenza que le hace dudar de sí mismo.
Que no se convierta en una fobia social, que el miedo al rechazo no dicte tu vida y que la propia timidez no te impida avanzar y alcanzar todo tu potencial. Valeria Sabater comparte algunas de las causas que conducen a la timidez, de las que rara vez se habla.
 El entorno
El entorno
Algunas personas pueden creer que los tímidos nacen así, pero esto no es cierto. La personalidad está formada por las experiencias y las personas con las que se convive. Hay que enseñar a los niños a expresarse y a comprender sus emociones. Es el entorno y no los genes lo que realmente juega un papel importante en este caso.
La Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, realizó una investigación en 2012 y encontró que aunque la timidez tiene un desencadenante genético, esta variable no es concluyente ni definitoria al 100%. Según los investigadores, «el entorno es más importante que los genes en el desarrollo de un patrón de personalidad tímido e inhibido.»
El carácter también se forma con las enseñanzas de los padres y tutores. Los niños aprenden de sus guías y se impregnan del ambiente de su casa, ya sea un entorno social dinámico, abierto y seguro o un lugar donde las exigencias y las preocupaciones están a la orden del día.
Si los niños y adolescentes crecen inseguros, no sabrán convertir las debilidades en fortalezas, y sus miedos serán mayores que su confianza en sí mismos. Se esconderán en su burbuja por miedo a las regañinas, al fracaso o a las burlas y esto desarrollará la ansiedad.
Otro elemento que alimenta la timidez es el miedo excesivo y se produce por la interiorización de emociones negativas, dice la investigadora Nancy Eisenberg, y añade que es algo que se produce en la infancia y, si no se trabaja, se intensifica.
El miedo a ser juzgado, a equivocarse, a quedar expuesto o vulnerable, se convierte en un factor limitante si no se trabajan estas emociones y no se ve el lado positivo, el aprendizaje. No podemos escapar de los miedos, pero podemos racionalizar y disminuir las emociones negativas que producen.